La llegada de Jesús fue profetizada por Juan el Bautista (su primo, según el Evangelio de Lucas), por quien Jesús fue bautizado en el río Jordán. Durante el bautismo, el Espíritu de Dios, en forma de paloma, descendió sobre Jesús, y se escuchó la voz de Dios.
Según Mateo, María y su esposo José, vivían en Belén. María queda inesperadamente embarazada y José resuelve repudiarla, pero un ángel (ángel Gabriel) le anuncia en sueños que el embarazo de María es obra del Espíritu Santo y profetiza, con palabras del profeta Isaías, que su hijo será el Mesías que esperan los judíos. Unos magos de Oriente llegan a Jerusalén preguntando por el «rey de los judíos que acaba de nacer» con la intención de adorarlo, lo que alerta al rey de Judea, Herodes el Grande, que decide acabar con el posible rival. Los magos, guiados por una estrella, llegan a Belén y adoran al niño. De nuevo, el ángel visita a José (Mateo 2,13) y le advierte de la inminente persecución de Herodes, por lo que la familia huye a Egipto y permanece allí hasta la muerte del monarca (de nuevo notificada a José por el ángel, que se le presenta por tercera vez: Mateo 2,19-29). Entonces, José se instala con su familia en Nazaret, en Galilea.
Su vida
Jesús, cuando tenía 12 años de edad, hablando con maestros en el templo. Dieciocho años después Jesús fue bautizado, y entonces empezó la obra de predicar y enseñar el Reino, para la cual Dios lo había enviado a la Tierra. Para que lo ayudaran en esta obra, Jesús escogió a 12 hombres y los hizo sus apóstoles.
Jesús también hizo muchos milagros. Alimentó a miles de personas con solo unos pescaditos y unos cuantos panes. Sanó a los enfermos y hasta levantó a los muertos.
Señalado
Una de las formas en que Jesús se defendía ante los dirigentes judíos era apelando a las Escrituras mismas, las cuales lo identificaban como el que había de venir. “Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí” (Juan 5:39).
Después de resucitar, Jesús empezó a ayudar a sus discípulos para que entendieran esas escrituras, y entonces fueron inspirados para luego afirmar que realmente Jesús era el Mesías. La prueba que utilizaron fueron las mismas Escrituras que antes no habían entendido.