Monte de los Olivos

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El Monte de los Olivos (808 m) se alza al este de Jerusalén y separa la Ciudad Santa del desierto de Judá, la cual desde ahí comienza a descender hacia el mar Muerto. El valle del torrente Cedrón, que circunda Jerusalén por el este, separa el monte de los Olivos de la ciudad y del cercano monte Sión, situado más al sur; desde este último se dirigió Jesús a Getsemaní, después de la Última Cena, atravesando el valle.

En dirección norte desde el monte de los Olivos se encuentra el monte Scopus (820 m), que alberga actualmente la sede de la Universidad Hebrea de Jerusalén. La cima del monte de los Olivos ofrece sin duda la perspectiva más encantadora de la Ciudad Santa: Desde allí y a simple vista es posible contemplarla en todo su esplendor.

Los olivos que desde hace milenios crecen en las laderas del Monte le han dado el nombre que lo identifica hasta el día de hoy. Con todo, la tradición judía lo conoce también como el “Monte de la Unción”, porque los reyes y los sumos sacerdotes eran ungidos con el aceite obtenido de sus olivos. A partir del siglo XII, los árabes lo denominan “Yébel et Tur”, expresión de origen arameo que significa “la montaña por excelencia” o “monte santo”. Hoy lo llaman simplemente “Et Tur”.

El monte de los Olivos desempeñó siempre un importante papel en la historia bíblica. Después de la destrucción del Primer Templo de Jerusalén, los judíos comenzaron a peregrinar al monte de los Olivos porque, según la tradición, la Gloria del Señor salió de la ciudad “y fue a situarse sobre el monte al oriente de la ciudad” (Ezequiel 11:23).

A partir de la conquista de Jerusalén por David (siglo X a.C.), fueron muchos los israelitas que dispusieron ser enterrados en las laderas del Monte. Según los profetas, el monte de los Olivos será el lugar designado por Dios para el Día del Juicio y la resurrección de los hombres rectos.

Ese lugar, era un importante paso obligatorio para quien se dirigía desde la aldea de Betania hacia Jerusalén; así lo haría Jesús, huésped de Lázaro y de las hermanas Marta y María. El Monte distaba de Jerusalén «lo que se permite caminar en sábado», es decir, el número de pasos permitidos por la ley judía en sábado (Hechos 1:12).

Esta constante presencia de Jesús en el monte de los Olivos hizo de él uno de los lugares más venerados por la cristiandad. En memoria de su paso por este monte santo, desde los primeros siglos de la era cristiana surgieron en la cima y en las laderas del Monte distintos lugares de culto, destruidos varias veces a lo largo de la historia. Sobre alguno de ellos se reconstruyeron iglesias ya en el siglo XX.

Los principales recuerdos cristianos en el monte de los Olivos se refieren a los siguientes acontecimientos de la vida de Jesús:

  • La enseñanza del Padrenuestro: Eleona o Gruta del Padrenuestro.
  • El llanto sobre Jerusalén: Dominus Flevit.
  • La aclamación en su entrada a la Ciudad Santa a lomos de un pollino: Santuario de Betfagé.
  • La oración en el huerto de Getsemaní seguida del prendimiento: Basílica, Huerto de los Olivos y Gruta de Getsemaní.
  • La ascensión al cielo, acaecida en la cima del Monte: Edículo de la Ascensión.

Por lo demás, al pie del monte de los Olivos se encuentran otros dos importantes recuerdos jerosolimitanos vinculados muy estrechamente con la Iglesia naciente: la antiquísima tumba de la Virgen María, atestiguada por la versión siriaca del «Transitus Beatae Mariae Virginis», del siglo II d.C.; y la Iglesia de san Esteban, construida en época reciente, en recuerdo del suplicio del primer mártir de Jerusalén, que, según la tradición, fue lapidado y sepultado en este lugar junto a una roca.

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